Hace un tiempo atrás conocí las muñecas Waldorf-Steiner y fui cautivada por la perfección y delicadeza de su concepción. Ellas son las típicas “muñecas de trapo”, como las de nuestras madres y abuelas, las de toda la vida, las que los niños abrazan y que se reparan con aguja e hilo.
Cada una de estas hermosas muñecas corresponden a una pieza única y exclusiva.
De acuerdo a la pedagogía Waldorf existe un muñeco apropiado para cada etapa del desarrollo infantil y que responde a sus necesidades emocionales y físicas de manera integral y armónica. Las muñecas y muñecos ocupan un sitio especial en cada niño, convirtiéndose en amorosos compañeros de viaje durante la infancia. A diferencia del resto de los juguetes, la muñeca es un espejo del corazón y del alma del niño, ayudándolo a abrir espacios de aprendizajes y creación.
Aprendí a hacer estas muñecas de forma autodidacta y me he ido perfeccionando con distintas maestras en las técnicas tradicionales Waldorf y de maestras muñequeras, buscando crear así mis patrones y diseños y un carácter propio que integre la belleza y la calidez con los conceptos de reciclaje, sostenibilidad, materiales naturales y respeto por el medio ambiente.
Así entonces han nacido seres fantásticos, pequeños bebés y muñecas y muñecos esperando a cada niño y niña para acompañarlos en esta travesía amorosa de la infancia y la madurez.